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Tribulaciones de mis insomnios al amanecer

Sentí que había regresado a la vida a pesar que alrededor todo estaba oscuro, mis ojos y mis oídos estaban atentos a ese entorno parte de mi existencia pero cada novedoso; empezaron mis devaneos por el pasado y mis tribulaciones del insomnio. Esta vez y a diferencia de otras, el rugido del mar lo siento cerca, por el resto es silencio. Por mi memoria empiezan a desfilar las cientos, quizás miles, escenas de mi vidas pasadas, de aquellas en disfruté, me amargué, que pasaron inadvertidas hasta ese momento, de esas que no volverán, las que extraño. Intento dormir nuevamente, cada realidad mental es un golpe para los sentimientos, no puedo combatir contra ellas, no hay manera que mi racionalidad las controle… busco desesperadamente abandonar esa realidad. El aire salino que entra por la ventana se funde con el monótono ruido de las olas, pero se convierten también en escenario de vivencias, de esa playa que en las noches y en los atardeceres me acunaron en ilusiones hoy perd

Me lo dijo para que te lo contara

Te quiero contar que él te quiere contar que nunca olvidará el día y de cómo te conoció. El recuerda que bajó de un barco, que llegó a un amplio salón, en donde un marinero presentó al personal que colaboró con él y que al momento que escuchó tu nombre, casi por instinto, regreso a ver de quién se trataba. Él te quiere decir que por un azar del destino llegaste al sitio en que, por un instante, vivías; eso, un secreto y otros sentimientos más te quiero contar que él me contó para que yo te cuente. Pero él quiere recordarte que se llama Raúl Alejandro y que por una aventura profesional llegó hasta el puerto en que te conoció; no obstante, también cree que fue muy poco tiempo que tuvo para tratarte, en ese momento. También me narró una historia para que te cuente sobre su única despedida. Me dijo que el tiempo que compartieron, que se fue haciendo corto mientras más conversaban, él primero dijo su nombre y tú le diste el tuyo. Raúl Alejandro me contó que al principio no

Crónica de las 1.825 cartas de amor

La rutina fue perfecta durante esos casi 5 años. Nunca varió ni en sábado ni en domingo. Despertarse a las 6 de la mañana, desayuno de 7 a 8, ejercicios de 9 a 12, descanso; almuerzo a las 13h00, y tarde para la lectura. En la noche a dormir a las 9, pero antes escribir aquella carta. Jornada tras jornada fue así durante 1.825 días. Sin familia, con un amor y con pocos amigos, cuando decidieron por él lo que sería su vida en esos cinco años, solo pidió que le hicieran llegar hojas de papel y algunos lápices, no esferográficos. También sobres de papel. Y así, al llegar la noche y antes que las luces se apagaran, con su lápiz escribía con su puño y letra una carta de amor; se recostaba de medio lado en su cama de media plaza y sobre una tabla del tamaño de las hojas colocaba una; así empezaba a poner cada oración que salía de su mente. Entre oración y oración, se recostaba sobre la almohada… soñaba con las palabras y las escribía. El tiempo para para plasmarlas también fue parte d

El único sí fue el último

Al igual que todas mañanas, llegué hasta su casa y esta vez no encontré el aroma a café. El silencio inundaba aquella estancia decorada con esmero y de pulcritud inapelable, aun así entré sin usar la alfombra. Dije su nombre en voz alta… una y otra vez mientras avanzaba por la sala. Nada, ninguna respuesta. La sala, el comedor, la cocina, el baño, el patio y en ningún lugar estaba. En los cinco años que la conozco nunca salía de casa sin dejar un nota y el café preparado. Esta vez ninguno de los dos.  Un solo sitio faltaba revisar, al lugar de la casa al que nunca había sido invitado: su dormitorio.  Subí las escaleras y vi la única puerta, entreabierta, ausencia total de ruidos; la empujé y se abrió así mismo en silencio. Allí está ella, acostada sobre el piso, nada a su alrededor, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la pose que muestra las fotografías de las momias de Egipto.  Lo ojos cerrados y no se sentía su respiración. – ¿Estás bien? Pregunté  – ¡¡No!! Me

Mi segunda cita con Andrea

Tuvo que pasar algún tiempo para que pudiera escribir el significado de mi segunda cita con Andrea, para tener la suficiente capacidad de descripción sobre los momentos que nos conocimos y pactamos volver a vernos.  La primera vez que Andrea y yo estuvimos juntos fue más por coincidencia en el banco de un parque, bajo la sombra de un gran árbol y el calor típico en una ciudad puerto; fue medio día y una botella de algún refresco. Y como siempre, debía esperar ir a una reunión; encontré el banco con su respectiva sombra. Me senté, me refresque por unos instantes, miré el reloj y vi que aun faltaba mucho tiempo para llegar al lugar de la reunión. Saqué mi libro, prendí un cigarrillo y a leer una novela periodística. Habré avanzado unas cinco páginas cuando de reojo vi que alguien quería sentarse en el mismo banco -igual había espacio suficiente- así que me retiré un poco y moví la botella de refresco. Quien se sentó a mi lado fue una

La carta en la tumba

--> Y era de aquellos días, de aquellos momentos, de aquellas horas en las que solo se desea estar solo y nada más que solo. Tomar café, gente-palabras-bulla; caminar por las calles, gente-palabras-bulla. ¡Sí! Mi casa ¿Mi casa? Gente-palabras-bulla y el teléfono. Ansío desesperadamente más soledad, más silencio, menos gente. ¡¿Es que acaso no existe en el mundo un sitio para estar solo, a solas?! Solamente eso. No es domingo, es un día cualquiera en que el trabajo escasea. Necesito estar solo. Sé a donde ir. El silencio es mágico, no hay gente, todo es tranquilidad y no siento miedo. Mis pasos me llevaron al lugar de la eterna morada, de donde no se regresa. El cementerio. Gran espacio con muchas estancias y silenciosos habitantes, cantidad de nombres desconocidos, fechas y cruces abrazando el cielo. La insonora melancolía de marchitas flores decoran ni avanzar hacia donde no quisiera llegar, pero algún día seré parte de todo esto. ¿O