Me lo dijo para que te lo contara

Te quiero contar que él te quiere contar que nunca olvidará el día y de cómo te conoció. El recuerda que bajó de un barco, que llegó a un amplio salón, en donde un marinero presentó al personal que colaboró con él y que al momento que escuchó tu nombre, casi por instinto, regreso a ver de quién se trataba.

Él te quiere decir que por un azar del destino llegaste al sitio en que, por un instante, vivías; eso, un secreto y otros sentimientos más te quiero contar que él me contó para que yo te cuente.

Pero él quiere recordarte que se llama Raúl Alejandro y que por una aventura profesional llegó hasta el puerto en que te conoció; no obstante, también cree que fue muy poco tiempo que tuvo para tratarte, en ese momento.

También me narró una historia para que te cuente sobre su única despedida. Me dijo que el tiempo que compartieron, que se fue haciendo corto mientras más conversaban, él primero dijo su nombre y tú le diste el tuyo.

Raúl Alejandro me contó que al principio no entendió tu nombre, pero que no le puso mucho interés, porque pensó que sería la última vez que te miraría; luego me dijo que hablaron de muchas cosas que llenó un vacío y que no valía la pena que te cuente eso porque tú ya los sabías, lo que le interesaba que sepas es  lo que sintió cuando llegó el momento del adiós.

Me explicó que al momento de salir del salón tú, como anfitriona, te encontrabas despidiendo al resto de invitados –que también habían llegado en el barco- extendió la mano y que por un instante sintió las ganas de besar tu mejilla, pero que no lo hizo porque pensó que no era una situación apropiada o que te pareciera un abuso, así que se abstuvo de hacer sentir sus labios en tu tez.

Raúl Alejandro reconoce que buscó una segunda despedida y que cuando se presentó la oportunidad se acercó y estampó un beso único que hoy lo tiene guardado como un tesoro. Luego, con nostálgica voz, él me contó que siempre existió un segundo encuentro de alejamiento.

Te hago saber que mientras Raúl Alejandro me cuenta lo que quiere que te cuente, estamos escuchando boleros de Lucho Gatica, Felipe Pirela y de Roberto Ledesma; en breves silencios mientras te recuerda podemos escuchar inmortales voces entonando “No me platiques más”, “La gloria eres tú”, “Alma vacía” y otras más.

Raúl Alejandro quiere que tú sepas, también, que es maravilloso tener un alguien en quien abstraerse y que a pesar que no te puede ver seguido, siempre está ansioso de mirarte; pero me confesó que nunca grabó tu rostro en su memoria, que eso no le tiene preocupado porque sabe que en tu voz puede descubrir tus facciones; sin embargo, me aseguró que en cuanto te vuelva a tener cerca tocaría tu rostro con sus manos y sus ojos cerrados para que nunca más seas, en él, una imagen difusa y quiere que eso tú lo adviertas.

Raúl Alejandro quiere que opines sobre un poema que en una noche, mientras pensaba en ti, lo leía; así que pidió que te lo transcribiera y que yo lo hago con una sana envidia porque ahora no tengo un sentimiento parecido, al reproducirlo experimento extraña emoción y pongo también parte de mi corazón.

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

El autor del poema, cuyo nombre ni Raúl Alejandro ni yo podemos descifrar en un libro viejo y amarillento, es Metamorfosis y que él me ha pedido que lo copie para ti.

Cuando ya avanzada estaba la noche y después de cientos de cosas que me contó sobre sus sueños e ilusiones –que me hizo prometer que no te las contara aun- decidimos que era hora de marcharse, pero todavía existía la duda de saber la razón de que tú supieras las palabras que él te podía contar directamente utilizándome como su heraldo, así que, inquisitivamente, le pregunté.

Pareció que en una época y por millones de quimeras, más una ilusión, buscó la respuesta; respiró y me habló: hoy quiero que ella solamente se compenetre con mis quebrantos, que cuando llegue el soplo noble del encuentro primero, se despierte al ensueño de tenerme cerca y que no me deje ir… -le quise replicar pero con la mirada perdida en una ventana cercana, tomó aire y –deja, ahora las cosas como están y no me pidas un para qué…

Pensé que la conversación había terminado, cuando me apresté a salir del sitio en que nos encontrábamos –y en el que la música no había dejado de tocar, me contó que no te contara que quien era yo pero que no dejara de hacerte llegar sus palabras.

Raúl Alejandro calló, bajó la mirada yo empecé a alejarme cuando a mis espaldas escuché su voz y sin regresar a lo escuché decir: Cuando esté frente a ella le diré quién eres y porque fuiste mi mensajero… gracias amigo.

Al cerrar las puertas tras de mí, las últimas palabras de un bolero se perderían.
Un nuevo año empieza y Raúl Alejandro te quiere contar otras emociones que yo ya no podré contarte.

Y yo te quiero contar más…


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