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Mi segunda cita con Andrea

Tuvo que pasar algún tiempo para que pudiera escribir el significado de mi segunda cita con Andrea, para tener la suficiente capacidad de descripción sobre los momentos que nos conocimos y pactamos volver a vernos.  La primera vez que Andrea y yo estuvimos juntos fue más por coincidencia en el banco de un parque, bajo la sombra de un gran árbol y el calor típico en una ciudad puerto; fue medio día y una botella de algún refresco. Y como siempre, debía esperar ir a una reunión; encontré el banco con su respectiva sombra. Me senté, me refresque por unos instantes, miré el reloj y vi que aun faltaba mucho tiempo para llegar al lugar de la reunión. Saqué mi libro, prendí un cigarrillo y a leer una novela periodística. Habré avanzado unas cinco páginas cuando de reojo vi que alguien quería sentarse en el mismo banco -igual había espacio suficiente- así que me retiré un poco y moví la botella de refresco. Quien se sentó a mi lado fue una

La carta en la tumba

--> Y era de aquellos días, de aquellos momentos, de aquellas horas en las que solo se desea estar solo y nada más que solo. Tomar café, gente-palabras-bulla; caminar por las calles, gente-palabras-bulla. ¡Sí! Mi casa ¿Mi casa? Gente-palabras-bulla y el teléfono. Ansío desesperadamente más soledad, más silencio, menos gente. ¡¿Es que acaso no existe en el mundo un sitio para estar solo, a solas?! Solamente eso. No es domingo, es un día cualquiera en que el trabajo escasea. Necesito estar solo. Sé a donde ir. El silencio es mágico, no hay gente, todo es tranquilidad y no siento miedo. Mis pasos me llevaron al lugar de la eterna morada, de donde no se regresa. El cementerio. Gran espacio con muchas estancias y silenciosos habitantes, cantidad de nombres desconocidos, fechas y cruces abrazando el cielo. La insonora melancolía de marchitas flores decoran ni avanzar hacia donde no quisiera llegar, pero algún día seré parte de todo esto. ¿O

15 segundos cambiaron el presente

--> Siempre ha sido engorroso ir al banco. Cambiar un cheque o por alguna otra gestión, así que cuando generalmente que me toca ese tipo de actividades me aseguró detener siempre un libro para no desperdiciar el tiempo mientras espero mi turno para ser atendido ya sea en la cola o en un asiento de espera. Pero en aquella ocasión mi libro no me sirvió, solo el esferográfico que tenía en el bolsillo de la camisa. Como todo acontecimiento tiene un principio, esta historia nace porque mi vida laboral me exige salir de viaje y en muchas ocasiones sin estar prevenido; aquel día, en horas de la tarde se me indicó que debía ir a cierta población al interior de la provincia. Revise mi dinero en efectivo disponible, apenas tenía 15 dólares; con eso me era suficiente para ir y volver en el cumplimiento de lo encomendado. Luego me tocaría hacer toda la tramitología en la oficina para recuperar ese dinero, subsistencias por más señas. Así que en la madrugada siguiente fui hasta la